Mi nombre es Rojo
Aprender a mirar. Cómo aprender a mirar nuevamente después de tres décadas, cómo hacer de la mirada una semilla y no identificarnos con las cosas en el vacío, en esta ciudad sin nombre de calles alargadas y orinadas, en esta ciudad de construcciones grises que lloran grasa.
Deambulo por la urbe sin rumbo definido, mezclándome entre las personas como un completo desconocido, entre esta gente bien que piensa que lo ha logrado todo ¡y que lo sabe todo!; entre estas personas que beben y miran de soslayo al pequeño de ojos ávidos, que entra y sale de los establecimientos con su caja de chicles, y no sabe, que le han robado todo.
La brújula se jodió y el norte se ha perdido, ser yo mismo sin rumbo definido, un caminar pausado entre brazos, rostros, manos que gritan mugre a fuerza de arrastrarse.
Aprender a mirar. Cómo aprender a mirar nuevamente después de tres décadas, cómo hacer de la mirada una semilla y no identificarnos con las cosas en el vacío, en esta ciudad sin nombre de calles alargadas y orinadas, en esta ciudad de construcciones grises que lloran grasa.
Deambulo por la urbe sin rumbo definido, mezclándome entre las personas como un completo desconocido, entre esta gente bien que piensa que lo ha logrado todo ¡y que lo sabe todo!; entre estas personas que beben y miran de soslayo al pequeño de ojos ávidos, que entra y sale de los establecimientos con su caja de chicles, y no sabe, que le han robado todo.
La brújula se jodió y el norte se ha perdido, ser yo mismo sin rumbo definido, un caminar pausado entre brazos, rostros, manos que gritan mugre a fuerza de arrastrarse.
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